
Las miradas de quienes anhelan subir a los cuernos de la luna se devían momentáneamente para descender en los dos luceros abiertos que asoman su grandeza entre la bruma. Las dos estrellas, testigos mudos, cunas de sueños fugaces, filtran la desolación y la transforman en suspiros celestes.
La marea convertida en vasto inventario de lágrimas contenidas se desborda, moja parques y avenidas y busca anidar en el corazón del porvenir.
La noche adelgaza mi sangre, espesa mi aliento, agrieta mis sueños y tatúa mi alma.
I L U

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